Nos encontramos en un momento especialmente delicado en cuanto a la realidad juvenil se refiere. Ya no es un aviso el que los jóvenes estén cambiando, ya es una realidad. Han cambiado sus prioridades, su escala de valores y, por supuesto, su relación con la Iglesia. A ello se añade el hecho de que la sociedad de consumo les induce al materialismo, al consumismo, al hedonismo y al individualismo, “antivalores” cada vez más en alza en nuestra juventud actual.
Centrándonos en la relación con la Iglesia católica, podemos barajar varias hipótesis:
a) Poco a poco se ha ido produciendo una fuerte quiebra de la socialización religiosa familiar. Apenas se transmiten a los hijos actitudes, creencias y valores religiosos.
b) Sigue creciendo en la sociedad la secularización a nivel general y el silencio religioso global.
c) La oferta religiosa eclesial, con sus tres grandes mensajes de sentido de la vida, de salvación y de comunidad moral, parece poco atractiva para los jóvenes, o bien no logra llegar a ellos de forma atractiva e intensa. Ante esta realidad se hace cada vez más necesaria nuestra labor educadora y evangelizadora. Los jóvenes necesitan de forma urgente la ayuda necesaria para crecer en valores que no sean únicamente culturales e intelectuales, sino también otros que los capaciten para la capacidad de sacrificio, la disponibilidad al compromiso y el desarrollo de valores tales como la solidaridad, la generosidad, la entrega incondicional, etc.

En el primer Oratorio de Valdocco, gracias al protagonismo de los mismos jóvenes y al impulso que imprimió Don Bosco, florecieron las Compañías que querían dar cauce a la sociabilidad, la amistad, la vida de la fe y el compromiso de los mismos jóvenes, formando así líderes e implicándolos en la creación de un ambiente educativo favorable para el crecimiento de todos. Estas Compañías actuaban en el conjunto como la levadura en la masa (Mt 13,33). De esta manera nació lo que con el tiempo se ha llamado el Movimiento Juvenil Salesiano (MJS).

El asociacionismo juvenil es indispensable en el proyecto preventivo y popular de Don Bosco. A la luz de este origen carismático, podemos concluir que los grupos y las asociaciones de este tipo son obra de los jóvenes, aunque también constatamos que están impulsados por los educadores que los estimulan con su acción. El protagonismo real es de los jóvenes que participan en esos grupos y que asumen en modo propio la responsabilidad de la gestión, animación y coordinación.