Relato de nuestro alumno Lázaro Cruz premiado en el concurso por el día de la mujer.
Por Pastoral
Era día de reyes y Ana se levantó de la cama impaciente para abrir sus regalos. Solo había pedido dos cosas: la equipación de su equipo favorito y un balón de fútbol. Aquella mañana, cuando llegó al salón, encontró en el árbol dos paquetes que llevaban su nombre.
Cogió el primero y emocionada empezó a abrirlo rápidamente. En su interior se encontró un estuche de peluquería. La emoción se convirtió en decepción, porque solo quedaba un regalo y estaba convencida de que no había nada de lo que había pedido. El segundo regalo no lo abrió, directamente fue a su cuarto y empezó a llorar.
Pensaba que sus padres habían modificado su carta para que no pudiera recibir ni la equipación ni el balón, porque tenía en su cabeza la reacción de su madre cuando leyó su carta: “¡¿Un balón?!, ¿Eso no es de niños?”.
Tumbada en su cama mientras lloraba, no entendía porque todos intentaban impedir que jugara a lo que quería. En la escuela la miraban mal cuando era la única niña que jugaba en el recreo al fútbol entre un grupo desmesurado de niños.
Sus padres entraron en su habitación, ambos estaban desconcertados por la reacción de su hija.
-¿Qué te ocurre?-, le preguntó su madre. -Nada-, respondió malhumorada.
-Algo te ocurre-, insistió su padre.
Ana no dijo nada. Su madre, que llevaba escondido el segundo regalo, lo colocó a su lado.
-Ábrelo, los reyes nunca dejarían a ningún niño llorando.- le dijo su madre con una sonrisa.
Al ver la sonrisa de su madre, Ana dedujo que en ese regalo había algo bueno y lo abrió. En ese instante su rostro de tristeza cambió por uno de júbilo. En el regalo estaba el ansiado balón envuelto en la equipación que había pedido. Ana pidió perdón a sus padres por haber pensado que habían cambiado su carta, aunque no entendía el porqué del estuche de peluquería, por eso preguntó a sus padres.
-¿Por qué los reyes me han traído también un estuche de peluquería si yo no lo pedí?-.
-Los reyes magos no habrán visto suficiente dos regalos con lo bien que te portas y te habrán traído un tercero -, respondió su padre
Al día siguiente, Ana salió a la calle a jugar como hacía normalmente, se puso la equipación y prestó su balón para que todos jugarán al fútbol. Había gente que seguía mirándola mal, pero a ella le daba igual, comprendía que ella no tenía porque cambiar, que eran ellos los que debían hacerlo.
En su casa, para no romper nada ni molestar a los vecinos en vez de jugar con el balón jugaba con el estuche de peluquería, algunos días se lo llevaba a la escuela y le enseñaba a todos los peinados que había aprendido a hacer.
Y así creció Ana jugando con todo y con todos. Del mismo modo lo he hecho yo.
Treinta años después Ana siempre me ha regalado por reyes, cumpleaños… los juguetes que he pedido. Por eso siempre agradeceré a mi madre el haberme transmitido valores de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y haber podido crecer sin ser condicionado.
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