Reflexiones desde el confinamiento

26 marzo 2020

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Reflexiones desde el confinamiento

26 marzo 2020

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Refelxiones de alumnos de 4º ESO sobre la situación en la que nos encontramos.

Por Alumnos 4ºESO

Ante la situación en la que nos encontramos de confinamiento por el estado de alarma decretado por el gobierno en relación a la pandemia del Coronavirus(COVID-19), algunos alumnos de 4ºESO, a través de la asignatura de lengua, han escrito y reflexionado sobre esta situación. Compartimos las reflexiones de Sara, Lázaro, Íker y Sandro.

Al principio, todo esto no me parecía serio, pensaba que era como otras veces en la que en un país ocurre algo pero de ahí no sale, con mis amigos nos reíamos de la situación que estaban viviendo haciendo bromas sobre aquello, ya que pensábamos que iba a terminar pronto.

 

En el momento que esto se empezó a extender a mas países, me lo estaba empezando a tomar un poco más en serio, pero seguía sin pensar que era algo grave, ya que hasta ahora, podía hacer vida normal, pero ir viendo la evolución tan rápida de este virus me hizo pensar y recapacitar sobre ello, y ya empezaba a ser consciente de lo que pasaba. La situación vivida era algo parecida a una guerra, tantas muertes, afectados…

 

Cuando nos comunicaron que iban a cancelar nuestro viaje de estudios me frustré, ya que me hacía mucha ilusión ir allí, y encima con mis compañeros y amigos de clase. Iba a ser una experiencia única pero entendía que si íbamos teníamos muchas posibilidades de infectarnos.

 

En el momento que se empezaron a dar los primeros casos en España ya empezaba a tener miedo, miedo por que alguno de mi familia y amigos se contagiara, y miedo por como en otros países, no pudiéramos hacer vida normal y nos tuviéramos que quedar encerrados en casa.

 

En el momento que se estaba empezando a comentar que nos íbamos a quedar sin clases, muchos niños de mi clase lo celebraban, yo en mi caso no, porque era consciente de la mala situación que estábamos viviendo. Encima eso significaba que no podíamos salir de casa, y a parte de a nosotros también iba a afectar a la mayoría de negocios, menos al Mercadona y otros negocios de productos para la casa y comida, que parece que se ha convertido en el lugar favorito de las personas, porque algunas van 2 y 3 veces para comprar chicles.

 

Actualmente me siento agobiado, siento como cada vez la casa se hace más pequeña, pero menos mal que durante todo el día tengo cosas que hacer, y que en casa tengo las opciones para desfogarme y poder hacer ejercicio, sino me empezaría a volver loco. Dentro de lo que se cabe lo estoy llevando bastante bien, ya que pensaba que quedarse en casa sin salir iba a ser mucho peor.

 

Espero que todo esto acabe ya, quiero salir a la calle y respirar el aire puro, quiero volver a ver a mis amigos en persona y poder seguir haciendo lo que hacíamos antes. A veces pienso que esto es un sueño del que me voy a despertar, pero no es así, esto es la realidad.

Por Sandro Rico Ayala

 A mis 16 años siempre había encontrado las películas, libros de virus y zombis imposibles, por alguna extraña razón era cuestión de mentes un tanto raras o mágicas.

    Era terrorífico para mí siquiera imaginar que eso pudiese suceder y menos en algo que no se ve como lo es este virus, es silencioso, perturbador y extraño.

    Mi cerebro rechazaba la más mínima posibilidad de encontrar mis calles, mi pueblo, mi gente en silencio total ante algo que no controlamos.

    Todas las mañanas me despierto y veo por la ventana la carretera que antes a las 7 de la mañana estaba llena de estudiantes, familias, trabajadores y hasta los perros haciendo la rutina de las familias linenses.

   Hace falta inclusive el control de policía que día sí y día también acompaña a la carretera que une mi salida con el resto de los pueblos próximos.

  Logro sentir miedo y creo que es algo apocalíptico.

    Estamos todos de duelo, ese que se hace al perder algo llámese libertad, ancianos o paz interior. Me oprime el pecho el sentimiento de amor a los míos, las ganas de que mamá me diga que todo está bien.

    Antes la rutina nos hacía sentir que se daba por hecho el amor que nos tenemos. Los juegos que hicieron de mi infancia una infancia llena de alegría y amor, hoy día son los que hasta mi vecino Pepe, guardia civil, juega por el balcón como prueba de que esto no va a poder con nosotros. En mi casa siempre se ha amado mucho a el DIOS dueño de todo, pero ahora más que nunca, mamá le pide perdón si le ofendimos y le dice que nos cubra a nosotros y a todos inclusive a Pepa, la vecina de enfrente gritona y peleona que nos estremecía meses atrás con cada grito que le daba a David, su hijo petardo y travieso.

    Aplaudimos como verdaderos héroes a quienes lo son de siempre, nuestros médicos, policías, bomberos, trabajadores del Ruiz Galán.

    Y cada vez que veo esto en las noticias recuerdo la frase de mi madre, poco adicta al fútbol, que decía que cómo un futbolista puede ganar más que un médico que cambia el corazón a quien le falle o que trae a este mundo seres chiquititos como mi hermana Amaia.

     Vemos a nuestros abuelitos ser los que más riesgo corren y ¡jolines¡ si es complicado de entender que ellos, los que en su  mayoría saben lo que es una posguerra e incluso pasar hambre y que no les derrumbó y viene este dichoso virus a acabar con los domingos de merendola en su casa porque así lo permitió el mundo, las personas o el gobierno.

    Lo que antes era así porque sí o estaba allí porque sí lo veo como algo que necesito ver para sentirme de nuevo libre. Recuerdo a la mujer que conduce mi autobús A3 Santa Margarita y recuerdo como a las 7:15h llegaba por mí para irnos juntas al cole y digo juntas porque esa gordita graciosa era parte de mi rutina diaria.

    Bueno, espero de corazón que pronto se acabe esto, pues yo me quedo en casa esperando que llegue el verano para irnos a pasear, ir a Trebujena a ver a mis tatas y decirle a la tata Mary que la quiero y, bueno, comerme ese montadito en La Palmosa que era obligatorio para cumplir el viaje.

   Me animan las ganas de continuar con mi vida y que los míos y los de todos estemos llenos de salud y podamos vernos en la feria para decir ¡qué susto pasamos¡ pero aquí estamos más fuertes.

    Mamá dice que de ahora en adelante saludará a todos y les dirá “tenga usted un buen día” porque ella dice que los días de ahora en adelante serán más bonitos y alegres y con eso me quedo.

Por Sara Blanco Pérez

El viernes 13 de marzo salí del instituto a las 14h 30 y a eso de las 14h 45, después de entretenerme charlando un rato por el camino, llegué a mi casa: ¡¡Había comenzado el fin de semana!! O eso pensábamos todos…

Me habían invitado a una fiesta de cumpleaños; Mis padres me aconsejaron no ir, por la rápida expansión del virus COVID-19 por el territorio nacional, pero yo hice oídos sordos. Cuando terminé de almorzar, me vestí y fui como un rayo hacia la puerta de mi casa. A punto de salir, empiezan a sonar millones de notificaciones en mi teléfono. Abro las notificaciones y leo, por el grupo de WhatsApp del cumpleaños, un único mensaje que se repetía en bucle por todos los invitados: “Yo no voy, lo siento”. Al ver la preocupación, o miedo, de tanta gente por el virus, decidí tomar el consejo de mis padres, no a buenas horas, pero mejor tarde que nunca.

Al día siguiente el Gobierno decretó el Estado de alarma para hacer frente a la expansión del COVID-19, al verlo en las noticias me quedé inaudito, la incertidumbre de lo que iba a ocurrir me mortificaba. Estuve durante toda la comparecencia del presidente del Gobierno haciéndole preguntas a mi padre, el cual no quitaba ojo de la tele, por lo que le molestó un poco mi impaciencia y nerviosismo.

Los primeros días de confinamiento coincidieron con el fin de semana y me resultaron una tortura. El hecho de saber que podría estar en la calle con mis amigos en esos momentos me causaba rabia, ya que la semana había sido muy ajetreada debido a exámenes y deberes y quería desconectar. Estuve básicamente comiendo techo sábado y domingo.

Terminado el fin de semana empecé a recibir mensajes con las tareas que me habían mandado mis profesores: ¡Hasta de Educación Física había deberes! No tenía tiempo que perder y me puse manos a la obra. Al final de la semana, de tantos deberes que había tenido que hacer, no eché en falta salir a la calle.

Hoy ya voy por el undécimo día de confinamiento y tengo mis altibajos, a veces cuando pienso que no estoy pudiendo ver a mis abuelos siento mucha pena, porque soy consciente de que el tiempo juega en nuestra contra, pero en otros muchos momentos consigo ver el lado positivo de toda esta vorágine. Por ejemplo: Es mi cumpleaños y ha sido más divertido de lo que me imaginaba, Mi padre me ha comprado una tarta en el supermercado al salir de trabajar y me ha dado una gran sorpresa, de la que estoy muy agradecido. Ahí me doy cuenta, que es momento de pasar más tiempo en familia y reforzar los lazos familiares.

Aunque no sé cuánto tiempo va a durar esta situación, todo apunta a que va para largo. Mientras tanto pienso seguir saliendo a las 8 de la tarde a aplaudir y continuar llamando por videollamada a mis familiares y amigos. No voy a permitir que mis ánimos decaigan y, bajo ningún concepto, pisar la calle, porque tengo la certeza que todos juntos, unidos como pueblo, conseguiremos acabar con el virus.

Por Lázaro Cruz

Al principio todo empezó como una broma, pero a medida que fueron pasando los días, nos fuimos dando cuenta de que esto no iba a ser nada fácil, y efectivamente no lo está siendo.

Vamos por el día 11 y en mi caso yo ya no puedo más, necesito salir de estas 4 paredes, salir a la calle, respirar aire puro, ver a mis amigos, al resto de mi familia, abrazarlos, sentirlos conmigo, charlar, reír, cantar, pasar tardes eternas con ellos que se te pasan volando…

Pero lamentablemente, hace 2 días, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez se dirigió a todos los españoles en una nueva rueda de prensa para confirmarnos que íbamos a estar 2 semanas más a parte de la que estamos pasando ahora, todos confinados en nuestras casas. Era un secretos voces, pero hasta que no te lo dicen, no te lo crees.

Se te pasan muchísimas cosas por la cabeza, tienes momentos de drama, de alegría, de risas, de tristeza, pero sobre todo de aburrimiento.

Todo el mundo quiere salir ya de sus casas, se sienten como un pájaro encerrado en una jaula, debido a que es mucho el agobio el llevar encerrado en una casa 11 días.

Pero bueno, es bonito ver como todos los países afectados por esta pandemia, están uniéndose y trabajando juntos para sacar esto adelante.

Por Iker Malaxechevarría Gavira